Desmañados y confusos en tierra
magníficos contra el viento.
Todos tenemos un animal fetiche, blanco de nuestra admiración. Para algunos son las águilas, para otros los lobos, pero para mí son los albatros. No lo supe hasta que no vi mi primero en una colonia de Albatros ondulado (Phoebastria irrorata) en las Islas Galápagos. Un gigantesco pájaro con casi tres metros y medio de envergadura alar y hasta 10 kilos de peso. Las aves voladoras más grandes del mundo, pero también las más delicadas. Cuando macho y hembra se encuentran, juntos bailan una danza primitiva donde sus gigantescas cabezas se mueven con la gracilidad de una bailarina. Es su saludo tras haber recorrido más de 1.000 kilómetros en busca de alimento para su pollo, un gigantesco bolón de blanco algodón rematado por un pico del tamaño de un zapato de jugador de la NBA.
Pero el momento más mágico fue verlos volar. Tras su baile de despedida, el adulto relevado en el nido inició una torpe marcha hacia los cercanos acantilados. Abrió las descomunales alas pero no voló. Comenzó a flotar ingrávido en el aire, a escasos centímetros del mar, sin esfuerzo alguno, formando un todo con las olas, tan onduladas como sus alas. Y lloré de emoción(http://blogs.20minutos.es/cronicaverde/tag/albatros)
En tu post anterior ya te mencioné al albatros, esta formidable ave, poderosa en su vuelo, incansable, es un prodigio. No he visto ninguno volar, solo los he visto quietos en un triste zoológico, penosamente arrastraban sus enormes alas. Hacía llorar.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
No recuerdo haberlos visto volar, pero seguro que me desesperaría si encuentro un ser tan bello y majestuoso encerrado en un zoo.
ResponderEliminarGracias por la visita