cinemanía II
Érase una vez una niña entusiasmada con el cine, aquel enorme e insólito espacio invadido por ruidosas butacas que descansaban en la penumbra; pero antes, la entrada, con sus escaleras y su verja romboidal donde asomarse a escudriñar ávidamente la cartelera, los afiches... y antes todavía, en un lateral del vestíbulo, la taquilla con su teatral ventanilla que contenía voces y enseñaba sus grandes manos y sus largos dedos concediendo entradas con sus preciados, preciosos números... cualquier indicio para fantasear con la sesión del domingo.
Abiertas las puertas, buscaba su sitio, espiando al gran ojo, anticipándose a la oscuridad completa, el oculto silencio y... su incontrolada alegría...entornar, cerrar, apretar los ojos, aguantar la respiración, sofocar la risa
El prodigio de la luz, su estruendo sonoro y ...mirar, mirar con todos los sentidos entregados... tendría siete años, era la niña más feliz del universo, amante incondicional de las películas y del cine de su querido pueblo.
Presenciar una de aquellas primeras cintas le supuso una asombrosa e inquietante experiencia, de principio a fin.
Ayer, fisgoneando por la red, hallé la secuencia final de dicho filme y me encontré observando en la penumbra a aquella chiquilla morena, despeinada y boquiabierta que había reconocido, en la gran pantalla, a La Libertad y no atinaba a comprender... - “no es así, no puede ser, es un error, es mentira, es falso” - murmuraba protestando enfurruñada...
La dejé adherida a su butaca, resistiéndose a abandonar el recinto; el cine casi vacío. Al rato, con un gesto brusco se levantó, su tierna sombra creció desafiante ante la gigantesca pantalla obstinadamente blanca, rigurosamente enmudecida
Su amiga, impaciente, gritó su nombre desde el vestíbulo, la esperaba para ir a jugar al parque...
Y van pasando los años
Y al fin la vida no puede ser
sólo un tiempo que hay que recorrer
a través del dolor y el placer;
quién nos compuso el engaño
de que existir es apostar a no perder.
Vivir es más que un derecho,
es el deber de no claudicar
el mandato de reflexionar
qué es nacer, qué es morir, qué es amar.
el hombre, por qué está hecho
y qué eres tú, libertad,
libertad, libertad, libertad.
La idea no es mensurable,
tampoco el verbo fundamental;
¿es el alma principio o final,
o armonía del bien frente al mal?
qué es el amor insondable
que empuja al cuerpo a ser incógnita
inmortal.
Un nuevo siglo comienza
y el testamento que va a heredar
es un orden que quiere ocultar
el preciso compás del azar;
a qué seguir respirando
si no estás tú, libertad,
Libertad, libertad, libertad.
