Bucólicas en Panfilia
LA LUNA DE LOS OJOS AZULES
De noche las cabelleras de las mujeres se confunden
con las ramas del sauce. Paseaba a orillas del agua.
Súbitamente oí que alguien cantaba: sólo
entonces distinguí próximas a unas muchachas.
Les pregunté: "¿Qué cantáis?" Me respondieron:
"Cantamos a los que regresan". Una esperaba a su
padre y una segunda a su hermano y otra más, la
más impaciente, aguardaba a su novio.
Habían trenzado para ellos coronas y guirnaldas,
habían cogido palmas de las palmeras y
sacado lotos del agua. Se abrazaban por el cuello
y cantaban por turno.
Me alejé siguiendo el riachuelo, triste y sola.
Pero al mirar en derredor vi que me guiaba, más
elevada que los altos árboles, la luna de los ojos
azules.
Elegías en Mitilene
AL BAJEL
Hermoso navío que bordeando las costas de
Jonia me has conducido aquí, te abandono a las
olas brillantes y con pie ligero salto sobre la playa.
Regresas al país en el que la virgen es la amiga
de las ninfas. No olvides mi agradecimiento a las
consejeras invisibles y llévales como ofrendas este
ramo cogido por mis manos.
Fuiste pino y, en las montañas, el vasto Noto
inflamado agitaba tus espinosas ramas,
tus ardillas y tus pájaros.
Que el Bóreas te guíe ahora y te empuje suavemente
hacia puerto, negra nave escoltada por
delfines, al capricho de la mar benévola.
Epigramas en la isla de Chipre
CENA DE AMIGAS
Myromeris y Maskhalé, amigas mías, venid conmigo
esta noche que no tengo amante y, echadas
sobre esterillas de Byssos en torno a la cena,
charlaremos.
Una noche de descanso os sentará bien, dormiréis
en mi lecho, incluso sin afeites y mal peinadas.
Poneos una sencilla túnica de lana y dejad
vuestras joyas en el cofre.
Nadie os obligará a danzar para admirar
vuestras piernas y los lánguidos movimientos
de vuestras caderas. Nadie os pedirá las posturas
sagradas para comprobar si sois complacientes.
Además, he encargado para nosotras no dos
flautistas de hermosa boca, sino dos marmitas
de dorados guisantes, pasteles de miel, croquetas y
mi último odre de Khíos.
La tumba de Bilitis
ULTIMO EPITAFIO
Bajo las negras hojas de los laureles, bajo
las enamoradas rosas, yago yo, que supe trenzar
verso con verso y hacer florecer el beso.
Crecí en el país de las Ninfas; viví en la isla de
las amigas y he muerto en la isla de Cypris.
Por ello mi nombre es famoso t está mi estela lustrada
de aceite.
No me llores, tú que te detienes: me hicieron
hermosos funerales: las plañideras desgarraron
sus mejillas y enterraron en mi tumba espejos y
collares.
Y ahora me paseo sobre las pálidas praderas de
asfódelos como impalpable sombra, y el recuerdo
de mi vida terrena es la alegría de mi vida
subterránea.